viernes, 23 de enero de 2009

Sueles pensar


La verdad duele cuando te confronta, cuando te arrebata,
sientes como el mundo se derrumba, cómo todo suele caerse,
y aunque intentes no te puedes levantar, ha sido tan fuerte la caída,
que te ves ahí, tendida en el piso, mirando hacia arriba,
para intentar recuperarte, pero no puedes, no quieres, estas derrotada.


La humedad cubre tus sentidos, las lágrimas se secan en tu piel,
y el frío aumenta con la noche.

Parece que todos están en contra tuya, como si la luna estuviera ausente,
y las estrellas desaparecieran, te quedas sin voz, sin mente, te quedas
con el alma envuelta en cristales de falsedad.


Estas ahí, con sentido de ausencia,
de nada sirve volver atrás,
ya has ido tantas veces, que no hay fuerzas para intentarlo,
y aunque así fuera, sabes que no puedes, y en el fondo,
tampoco quieres hacerlo.


Te permites devorar fantasmas del ayer,
pero solo carcomen tu ficción,
recreando aquello que no pudo ser.


Te lamentas, te excluyes, te niegas, te revuelcas,
te atormentas, te hieres, te pierdes, te revientas,
y no consigues nada.


La sal por más que queme, sabes que cura las heridas,
y te zambulles en un mar blanco y cristalino,
te arde el corazón, te arde el cuerpo, te arde la piel,
sangras al sentir, es normal diría yo,
pero como duele, como duele.


Te quedas mirando un espejo,
no reconoces lo que ves, no te gusta lo que ves,
se han llevado todo de ti,
hasta lo más absoluto,
lo inimaginable.


Quedan retazos del ayer, no los quieres,
solo recoges trozos de ti,
de aquello que solía ser tuyo,
de aquello que te hacía feliz.


Te vas, poco a poco, no necesitas mas,
la sal ya no es la solución,
el veneno mortal ha sido muy fuerte,
y optas por algo suave, algo que te suavice y te cure...


Piensas en el mar, ¿cómo no se te ocurrió antes?
tiene sal, tiene vida, movimiento, color, olor, sensación,
y te cura...


En seguida, sin pensar, te desnudas, te aquietas,
y tus piernas corren hacia la orilla, tus pies rozan el agua,
el mar te invita, te entregas toda...


Ahí descubres, tu verdadera salvación...

Anna Flota