miércoles, 6 de junio de 2012

Las palabras tienen el poder de destruir o de construir lo más hermoso que somos, que queremos, que podemos ser...

Si nos enfocamos en lo negativo, en las heridas, en lastimar, podemos conseguirlo fácilmente, herir cualquiera lo hace, callar a veces es lo más prudente...

Las palabras son como la espada y la serpiente, pueden ser filosas, venenosas y cortantes, pueden penetrar en lo más profundo de tu ser y dejar cicatrices de por vida. Las palabras también pueden darte todo el amor, toda la fuerza, toda la energía y positivismo que te puedas imaginar, hasta tal punto de llegar a ser lo que siempre soñaste, cuando alguien cree en ti y te lo dice, es como subir al cielo y alcanzar una estrella... Cuando las palabras salen del corazón, cuando hablas con la verdad, cuando en vez de juzgar comprendes, cuando en vez de hablar reflexionas, cuando te pones en el lugar de la otra persona, entonces es ahí cuando comienzas a entender el valor de las palabras.

Pero no todas las palabras son ciertas, hay palabras falsas, y esas vienen de un corazón duro, de un corazón miedoso, de un corazón con resentimiento, porque cuando no limpiamos nuestro corazón, éste se va oscureciendo, y todo lo que saques de él será negativo, por eso debemos limpiar a diario nuestro corazón, nuestra mente, nuestro espíritu, debemos hablar de lo positivo, de lo real, desde un corazón limpio, puro, desde nuestro propio interior, buscando la verdad y el amor.

Cuando escuchemos palabras hirientes, detengámonos, y reflexionemos... ¿en verdad quiero oír esto? ¿debo sentirme mal por todo lo que me están diciendo y ofendiendo? A veces es mejor callar, sin debatir, a veces es mejor partir que quedarse parado y discutiendo. La gente grita y llora, cuando su corazón ya no puede más, cuando por dentro está lleno de rencor, de odio, de resentimiento, de soledad, y busca motivos para salir, tal vez fuimos la gota que derramó el vaso, o tal vez sin querer estuvimos ahí y provocamos un momento de catarsis, pero no nos involucremos, no nos identifiquemos con ese dolor, con ese miedo, dejémoslo ir, liberemos de ese odio, de esas palabras que no son para nosotros. Recordemos quienes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Somos luz, no importa qué tan pequeña sea nuestra llama, mientras esté prendida, podremos guiar nuestros pasos...

Anna